Un castillo de cartas de la Liga de la Justicia.
Es sabido que algunos superhéroes usan capa. Unos la usan para hacer facha cuando vuelan, otros como forma de protección y otros porque formaba parte de la vestimenta de su planeta natal.
Algunos humanos también usamos capas. Las usamos en forma de software, a veces para simplificar nuestro trabajo, para evitar la repetición, o sencillamente porque nos gusta como quedan.
Se suman a esta lista las cebollas, que también tienen capas, y cuando uno se mete a revolverlas, pueden hacer llorar.
Una vez estuve a punto de llorar por culpa de una capa de software. Y para empeorarlo, era una capa que puse porque tenía ganas de probarla.
Dejando de lado las analogías, encuentro que muchas veces se agregan capas (de software) porque creemos que nos protegen de algo. De algo complicado, de algo que no entendemos del todo, de algo que no queremos hacer de cero.
De hecho, a veces leo (en listas, foros) gente que si pudiera agregar una capa que le resuelva la aplicación completa, ¡lo haría!.
Es muy fina la línea que separa la practicidad del error garrafal, y suele desdibujarse con frecuencia, creo yo, producto de interpretar mal cosas como “DRY”, “No reinventar la rueda” o directamente “¿Alguien conoce una gema para hacer paginación de usuarios de facebook en un carrito de compras responsive?”.
No digo que las capas sean malas o buenas. Son accesorios que pueden sumar o restar, según cómo se usen. El tema es que cuando se agregan muchas capas, se hace fácil enredarse.
Sí es cierto que cuantas más capas se agregan aumenta el nivel de indirección y dicen que todo problema en computación se soluciona agregando una. Yo no estoy tan seguro, y lo puedo poner simple.
Aunque la mona se vista de seda, mona queda.
Cuando yo era chico, tenía un mazo de cartas de La Liga de la Justicia.
Cada superhéroe tenía una cantidad de atributos y puntos asignados a cada uno. Flash era el más veloz. Súperman el más fuerte. Y así.
Tener esas cartas, todas juntas en la mano, me hacía sentir poderoso. Porque tenía en mis manos la suma del poder de todos los superhéroes.
A veces, jugaba a hacer castillos con las cartas. Y los castillos, aunque estuvieran sostenidos por superhéroes con increíbles poderes, invariablemente se venían abajo. Porque las cartas hacen juegos y no castillos, y sus capas de nada sirven si no están cumpliendo su cometido.